LUZ MATERNAL

Cuando me cogiste por vez primera la mano
supe que no me soltarías nunca.
Podrían pasar mil primaveras
que tú seguirías guareciéndome
en tu corazón. Abrazándome
el alma; engrandeciéndome
el espíritu con tus caricias siempre.

Me gustaría expresarte cuánto te quiero
Mas, aun así te mentiría.
Sentimientos inefables que se agolpan y
luchan por brotar y
anidarte en mi ser
Figura henchida de ternura.
No te quiero.
Te adoro.
Te idolatro.
Todo me lo darías y jamás te arrepentirías.

Sufres por mi sufrimiento.
Lloras por mi llanto.
Velas por mi sueño.
Enfermas con mis enfermedades.
Eres lo que toda persona querría
tener a su lado.

Ni escribiendo eternamente
podría agradecerte
todo lo que has hecho por mí.
No sólo me diste
la vida sino que además
te desvives por mí.

Es posible que no te merezca.
Es posible que tanta bondad en un ser
fuera irreal. Pero más allá de todo, es
la realidad que compartimos.

Me concebiste mas yo no concibo
ya un mundo sin ti.
He aprendido tanto de ti.
Me queda tanto por aprender.
Mi deuda es infinita y aunque lo
intento cada día no podré pagar tu
afanada dedicación. Si la felicidad que
me transmites se midiera en distancia
entendería por qué
el universo es infinito.

Eres mi sol: por mucho
que lo que me rodee intente cubrirme
de oscuridad ahí estás tú para iluminarme.

Mama cuanto te miro comprendo por qué te
admiro y pienso cada día en cómo darte
las gracias. 
A mi estrella de a pie.
A ti mama.



TAMARA GONZÁLEZ CUEVAS

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